martes, 5 de junio de 2012

MALAS PALABRAS


Nadie te creería

El siguiente texto fue escrito por Luis María Pescetti y está puesto en la revista para sacarnos una sonrisa y relajarnos un poco...

Si tienen ganas de leer o ver o escuchar más a este gran artista para chicos que disfrutamos los grandes, podés ir a su página personal: http://www.luispescetti.com/

(Del libro Nadie te creería)

Si a las malas palabras no hay que enseñarlas ni decirlas y, menos aún, escribirlas, ¿para qué están en los diccionarios? Los autores, los editores, ¿no se dan cuenta de la tentación a la que exponen a la gente? Es como dejar a un bebé sentado enfrente de un enchufe. El peligro es como un embudo. Entre observar la bonita pared sin peligro y meter un dedo en el citado enchufe, es seguro que el bebé optará por lo segundo. Habría que sacar las malas palabras de los diccionarios. No se puede a todas, porque algunas son malas palabras y partes del cuerpo, entonces como malas palabras estarán mal, pero como partes del cuerpo son necesarias, porque un médico las precisa. No se podría ir a una consulta y decir me duele aquí, y señalarse, porque es, incluso, más grosero. O en una cátedra de cirugía, otro caso, y que el profesor se viera obligado a decir: El… ustedes ya saben, ¿no? No, a las malas palabras y órganos hay que dejarlos. Hasta un abogado, un veterinario, incluso un policía, las necesitan por razones profesionales; pero hay muchas que son malas palabras y punto. No designan nada más. Ésas sí habría que eliminarlas. Y también advertir sobre otras que se hacen combinando buenas palabras. El mismo diccionario debería prevenir: Ojo con usarla de otra manera que no sea…Ni se les ocurra combinar esta palabra con… Así hasta sacar todas las malas palabras de los diccionarios y, mientras tanto, a los niños a quienes se descubriera en el acto de buscar malas palabras en un diccionario: advertirles. La primera vez, advertirles. La segunda vez, aplicar algún castigo corrector, tipo: Te quedás sin salir el fin de semana… No podés invitar a nadie a casa… No te compramos la bicicleta… A la tercera oportunidad decirles directamente: Nene (o nena, pero es un ejemplo), nene: ¿Por qué te gusta meter los dedos en el enchufe de las malas palabras? ¿Querés ser un delincuente el día de mañana? ¿Te gustaría ir preso? ¿No ver la luz del sol más que en un paseíto por día? ¿Entonces?
Si alguno diera una justificación razonable, de todos modos, guiarlo: Está bien, pero esperate entrar en la carrera de Medicina; ahora sos chico, esperá recibirte de abogado y tener un caso importante, o ser albañil y pegarte un martillazo. Gracias, papá; gracias, mamá. De nada, hijo mío. Vaya a hacer el bien por ahí y no se aparte de la buena senda. No, papá y mamá, y si llego a pisar un poquito afuera les aviso. Así me gusta, pero trate de no pisar afuera. No, lo digo por si pasaba sin querer. Ah, bueno.

2 comentarios:

  1. Ya lo creo, es otro genio que por suerte siempre tiene algo para deleitarnos, para distraernos,para hacernos reír, para hacernos pensar...
    Yo creo que no se deben suprimir las malas palabras...algunas veces son una buena descarga...
    Hay que saber,donde, como y con quien usarlas.

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  2. Que grande Pescetti!!! Sin dudas un artículo muy interesante que me hace acordar al discurso de Roberto Fontanarrosa en la apertura del III Congreso Internacional de la Lengua Española, en Rosario, Provincia de Santa Fe en noviembre de 2004. Si quieren saber de que trata ese discurso pueden verlo en la siguiente dirección:
    http://www.me.gov.ar/monitor/nro3/dossier3.htm

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